Fruto de la casualidad o estrategia meditada, los nuevos escaparates de MANGO me provocan un interrogante. No tengo constancia del tiempo que llevan en circulación y si son específicos o comunes a todas las tiendas de MANGO. Hoy en el centro comercial de mi ciudad me crucé de bruces con la cristalera en la que se exhibían unos vestidos de veraniegos estampados junto a dos robustas piezas de madera que recordaban de forma indudable a algunas piezas de Constantin Brancusi.
Recientemente visité el Atelier Brancusi, o más bien su reproducción, que se encuentra en la parte trasera del Museo Georges Pompidou. El atelier, de una belleza majestuosa, se encuentra en un espacio intransitable franqueado por gruesas paredes de vidrio e iluminado con luz blanca, al igual que un escaparte comercial. Dentro de este habitáculo hermético transparente se encuentran numerosas piezas del rumano, juntas en ese espacio crean una explosión aurática que provoca en el espectador la sensación de estar habitando un catálogo del escultor más que su estudio personal.
En innumerables ocasiones he leído artículos de prensa donde erróneamente se asociaban obras de diversa índole con la obra del rumano, generalmente aludiendo a obras que, de cualquier modo, superponían elementos en la verticalidad o generaban volúmenes en altura. Uno de las más flagrantes comparativas fue con el “Obelisco” de Calatrava en Madrid, donde una ingeniosa periodista del ABC apuntaba en una noticia de 2004 la relación de éste atropello de hormigón y bronce con la conocida Columna sin fin de Brancusi.
En la Rumania natal del escultor, donde son comunes los patrones geométricos textiles repetidos en los tejidos tradicionales, existe una rica y extensa tradición en la ornamentación geométrica, mediante patrones de repetición en elementos cotidianos, así como una gran destreza en el arte de la talla en madera. Es común ver como la artesanía local se propaga en elementos cotidianos.
Elaborados elementos geométricos decoran los mangos de cucharas de madera (formas que recuerdan a algunos de los sencillos motivos utilizados por el escultor), profusas tallas de madera decoran puertas de entrada, (algunas como las puertas de Maramures (RO) recuerdan implacablemente a las puertas que realizó Brancusi), pero son sin duda las estelas funerarias elaboradas en madera , que se elaboran no sólo en Rumania sino en otros lugares colindantes, las que de forma insoslayable nos recuerda a la obra del escultor de Targu Jiu.
Conociendo esto, resulta difícil extraer a Brancusi de su contexto, (y ahora al contexto de Brancusi) pareciera que la obra del rumano revisita y cita continuamente lo popular, incluso ensalzándolo hasta los cielos como en su famosa Columna sin fin.
El problema viene, volviendo a los escaparates de MANGO, cuando las pesadas formas de madera que acompañan a los maniquíes en ese habitáculo vidriado revisitan a Brancusi. Las dos columnas que se sitúan en el escaparate (con una factura burlescamente tosca y elaboradas en madera de pino nacional) crean una caricatura de Brancusi como forma, ajeno a su contexto. Un chiste satírico, rematado con los maniquíes cuyas ropas acrecientan el disparate, que parece querer aludir desde la “popular” cadena de ropa y complementos a un guiño a Brancusi para dotar a la marca de un estatus, ligado al diseño y al arte de alta cultura, mediante un escultor que precisamente parecía proponer lo antagónico.